Es hora de volver a casa. No te queda nada ahí afuera, el invierno se hace cada vez más crudo y ni siquiera las palabras se atreven a salir. Recorriste kilómetros, sin echar la vista atrás, sin siquiera pararte a pensar que el camino no siempre nos lleva a donde esperamos, y que a veces das con la moto en la cuneta.
Ahora vuelves a recordar que las derrotas no entienden de experiencia, que cuando la noche te encierra sigues sin saberte encontrar y que las buenas palabras solo sirven para ensuciar tu chaqueta desgastada.
Los versos que murieron entre tus piernas, las viejas calles que parecían nuevas a tu lado, el olor del tabaco... se perdieron en algún lugar del que nadie quiera acordarse.